jueves, 20 de octubre de 2011

Falsa Solidaridad

Los humanos tenemos muchos comportamientos extraños. Dicen los paleoantropólogos que la superioridad del Homo Sapiens Sapiens sobre el Homo Neandertalensis se basó en su capacidad de asociación y de compasión para con los otros miembros del grupo.
Ser solidarios está de moda y hay cadenas de televisión que hasta les dedican campañas a los grandes problemas de la humanidad; eso sí, han de ser doce para que les coincida con el slogan de la campaña: "doce meses, doce causas". Ni uno más ni uno menos. Peor sería si ni siquiera hicieran eso, pensarán algunos. Es probable, pero también es posible que ese tipo de campañas mediáticas lo único que pretendan es lavar cierta imagen frívola del canal o conseguir una audiencia más complacida con la televisión que ve a diario. Es probable que estas campañas mediáticas contribuyan a generar una cierta sensación de que solo las grandes corporaciones y campañas sirven para salvar vidas o mostrar la solidaridad.
Los falsos solidarios han existido siempre. Pocos se atreven a ejercer su solidaridad con la mano derecha sin que lo sepa la izquierda. Y es que para muchos de estos nuevos solidarios la acción social se parece más a una coartada para mantener a raya su conciencia que a un impulso altruista y desinteresado. Así, si ser solidario está de moda, lo mejor es hacerlo en alguna marca de prestigio, que nos permita sentirnos integrantes de un ente que goza de fama y reconocimiento: nada de ejercer una medicina humana en tu centro de salud en el barrio más cochanbroso de la ciudad, mejor apúntate a Médicos sin Fronteras; nada de ser limpios en nuestras salidas al campo, en respetar los jardines, o cuidar el medio ambiente en el día a día de nuestra casa; en vez de eso pagamos la cuota de Greenpeace; y para no ver la mugre que nos rodea, nos hacemos socios de cualquier ONG que se dedique a proyectos de desarrollo en el Tercer Mundo. Yo siempre he pensado que quien no es capaz de ver que a dos manzanas de donde vive la gente se sigue pudriendo de hambre o sida es que tiene puestas unas anteojeras en su conciencia. Me resultan paradójicas las campañas de muchas empresas (farmacéuticas, petroleras, grandes corporaciones de la alimentación, bancos, etc) que dicen que dan un porcentaje de tu compra para ayuda a proyectos solidarios o que cada vez que utilices su tarjeta o bebas su refresco un niño será vacunado de la malaria o del sarampión. Es como si me hicieran chantaje. Pero tambien desconfío de esos artistas y famosos que se hacen retratar cuando visitan una misión en Ruanda o un orfanato en Burundi. Y es que la falsa acción es casi siempre la más espectacular y más fácil de calzar, la que te convierte en héroe y te saca del anonimato, la que lava y limpia conciencias, la que hace tintinear las monedas en la mano antes de echarlas en el cestillo para que todos escuchen el sonido de su compasivo corazón.Los humanos tenemos muchos comportamientos extraños. Dicen los paleoantropólogos que la superioridad del Homo Sapiens Sapiens sobre el Homo Neandertalensis se basó en su capacidad de asociación y de compasión para con los otros miembros del grupo.
Ser solidarios está de moda y hay cadenas de televisión que hasta les dedican campañas a los grandes problemas de la humanidad; eso sí, han de ser doce para que les coincida con el slogan de la campaña: "doce meses, doce causas". Ni uno más ni uno menos. Peor sería si ni siquiera hicieran eso, pensarán algunos. Es probable, pero también es posible que ese tipo de campañas mediáticas lo único que pretendan es lavar cierta imagen frívola del canal o conseguir una audiencia más complacida con la televisión que ve a diario. Es probable que estas campañas mediáticas contribuyan a generar una cierta sensación de que solo las grandes corporaciones y campañas sirven para salvar vidas o mostrar la solidaridad.
Los falsos solidarios han existido siempre. Pocos se atreven a ejercer su solidaridad con la mano derecha sin que lo sepa la izquierda. Y es que para muchos de estos nuevos solidarios la acción social se parece más a una coartada para mantener a raya su conciencia que a un impulso altruista y desinteresado. Así, si ser solidario está de moda, lo mejor es hacerlo en alguna marca de prestigio, que nos permita sentirnos integrantes de un ente que goza de fama y reconocimiento: nada de ejercer una medicina humana en tu centro de salud en el barrio más cochanbroso de la ciudad, mejor apúntate a Médicos sin Fronteras; nada de ser limpios en nuestras salidas al campo, en respetar los jardines, o cuidar el medio ambiente en el día a día de nuestra casa; en vez de eso pagamos la cuota de Greenpeace; y para no ver la mugre que nos rodea, nos hacemos socios de cualquier ONG que se dedique a proyectos de desarrollo en el Tercer Mundo. Yo siempre he pensado que quien no es capaz de ver que a dos manzanas de donde vive la gente se sigue pudriendo de hambre o sida es que tiene puestas unas anteojeras en su conciencia. Me resultan paradójicas las campañas de muchas empresas (farmacéuticas, petroleras, grandes corporaciones de la alimentación, bancos, etc) que dicen que dan un porcentaje de tu compra para ayuda a proyectos solidarios o que cada vez que utilices su tarjeta o bebas su refresco un niño será vacunado de la malaria o del sarampión. Es como si me hicieran chantaje. Pero tambien desconfío de esos artistas y famosos que se hacen retratar cuando visitan una misión en Ruanda o un orfanato en Burundi. Y es que la falsa acción es casi siempre la más espectacular y más fácil de calzar, la que te convierte en héroe y te saca del anonimato, la que lava y limpia conciencias, la que hace tintinear las monedas en la mano antes de echarlas en el cestillo para que todos escuchen el sonido de su compasivo corazón.